“Poco ortodoxa” (“Unortodox”), la miniserie de Netflix, causó revuelo y despertó el interés del público por saber si refleja un mundo cerrado que de verdad existe. Es la historia de una joven judía que intenta escapar de la comunidad jasídica Satmer, donde fue obligada a casarse con alguien que apenas conocía para cumplir el rol de engendrar hijos y someterse a las rígidas normas del grupo. Se trata de una ficción basada en la vida real de Deborah Feldman, autora de un libro donde narra sus peripecias.

Para indagar en el tema a través del testimonio de miembros de la comunidad judía tucumana, LA GACETA consultó a dos rabinos y a la especialista en lenguaje audiovisual Bárbara Tarcic (ver “Todo culto monoteísta...”).

El rabino Salomon Nussbaum, de la Kheilá, señaló que la serie recrea una historia bastante cinematográfica, pero en su trasfondo describe una realidad tal vez más frecuente de lo que se conoce y que se da en un ámbito reducido. “No es algo habitual en la comunidad judía sino en grupos muy atados a pautas antiguas”, dijo.

Por su parte, el rabino ortodoxo Daniel Levy comentó que la serie despertó inquietudes en su comunidad, lo que lo llevó a mantener con sus miembros charlas debate por zoom, hace unas semanas. “La comunidad Satmer es muy particular -señaló Levy-. La mayoría son sobrevivientes del Holocausto, quedaron muy marcados y en vez de abrirse al mundo optaron por cerrarse para preservarse entre ellos. Dentro de estas comunidades existe mucha contención y solidaridad. Sin ir más lejos, la comunidad judía de Tucumán también funciona de manera solidaria con sus miembros”.

Nussbaum -a su turno- aclaró que el judaísmo es mucho más que una religión. “Es un modo de vivir, del cual surgieron distintos grupos. Ese judaísmo que preservó su cultura durante tantas generaciones, aun lejos de su tierra, sigue vigente en nuestro tiempo -argumentó-. No hay duda de que entre los grandes secretos de su supervivencia está el factor divino especial y también su capacidad de adaptación al proceso de los tiempos”.

LIBERACIÓN. La protagonista accede a un mundo que le estaba vedado.

El matrimonio arreglado

Daniel Levy: “La serie muestra a la pareja casándose sin casi conocerse, pero no es así en nuestra comunidad. El sistema se llama shidaj. Los padres hablan con un intermediario que les comenta sobre otra familia que tiene un hijo o una hija que podría emparejarse con la hija o el hijo de ellos y llegan a un acuerdo. Yo me casé con un sistema similar. La pareja se visita y sale las veces que sean necesarias para conocerse, antes de decidir casarse. Es un sistema muy efectivo. Tiene una tasa de divorcios muy baja, del 5%, mientras que en el resto de la sociedad alcanza el 40% o el 50%. Con el shidaj se busca que ambos sean compatibles. Si uno lo ve desde el otro lado, ¿cuánto le cuesta a un chico conseguir una pareja hoy en día? Tiene que animarse, tratar de seducir, y si es muy tímido se queda solo. Los códigos sociales indican que el hombre tiene que ir a conquistar y la mujer no puede aceptarlo demasiado rápido; también pude ocurrir que se gusten y sean compatibles pero ninguno se anime a hablar al otro; entonces, si hay un tercero que haga el nexo, puede ser algo muy efectivo, como se comprueba en nuestras comunidades. Si uno de los dos no quiere seguir adelante con la relación no necesita mentir nada sino simplemente habla con el casamentero y le dice que no funcionó. El shidaj se hace de manera confidencial, la pareja sale sin que nadie se entere, porque si después rompen no hay problema en que cada uno después salga con otro”.

Dificultades para irse

Daniel Levy: “En realidad, si alguien decide irse de una comunidad ortodoxa, no necesariamente será perseguido, como en la serie. Yo soy rabino ortodoxo, hijo de rabino, y tuve compañeros que también son hijos de rabinos y en algún momento, en la adolescencia, dijeron ‘yo no quiero más esto’ y se fueron. Muchas veces la familia no sabe cómo reaccionar. He visto padres que dijeron ‘hacé lo que vos quieras, nosotros estamos acá cuando necesités algo’, y eso generó que los chicos a largo plazo terminaron volviendo, después de que viajaron o probaron distintas cosas. Cuando quisieron formar una familia lo hicieron en el marco de la comunidad y con observancia de los preceptos. Así también en Nueva York hubo gente que se fue de la comunidad Satmer, se instaló en otros barrios y formaron otras familias y comunidades menos estrictas, pero siguieron en contacto con sus familiares de Satmer. La serie cuenta la historia de una persona que se va de ese grupo, pero también hay muchas personas que entran en ese tipo de comunidades. Así como esta chica siente que Dios ya no le da una respuesta y ella necesita otras cosas para ser feliz, hay otras personas que encuentran en la religión algo que les complementa su bienestar espiritual, les da un marco familiar y comunitario que las hace felices”.

Salomón Nussbaum: “Estos grupos ayudan a resolver todas las necesidades de sus integrantes. Se manejan como un clan, donde impera la solidaridad. Por eso es tan difícil para aquellos que nacieron y vivieron en uno de esos grupos, cuando se van, hacer pie en el mundo exterior. En Netflix hay un documental titulado ‘Uno de nosotros’ (’One of Us’), que registra una situación parecida. Son tres jóvenes que abandonan sus grupos jasídicos, donde sufrieron abusos de distinto tipo, pero les resulta muy complicado enfrentar el día a día en una sociedad donde imperan otros códigos menos solidarios y más individualistas”.

Rigidez de los mandatos

Daniel Levy: “A medida que avanza la serie, uno se va sintiendo identificado con el sufrimiento de la protagonista. Es una mujer que se siente atrapada en una sociedad cerrada, con mandatos muy firmes. Pero si podemos trasladar eso a nuestras propias vidas, creo que a veces también nos pasa que la sociedad en que vivimos nos impone ciertos ritos, ciertas costumbres y modos de vida que asumimos porque son las reglas imperantes. Por ejemplo, se considera que hoy en día si uno no tiene un título, uno no es nada. Hay una presión hacia los jóvenes para que vayan a la universidad. No digo que no esté bien estudiar, pero hay mandatos fuertes, como la forma en que una persona se tiene que vestir o comportarse socialmente. Son cuestiones culturales que tenemos adoptadas como algo normal, pero no dejan de ser cosas impuestas en la sociedad en que vivimos”.

Salomón Nussbaum: “Los mandatos, los preceptos, son universales para todo el judaísmo. Hay quienes no los cumplen, así como hay quienes los cumplen sin mostrar esa imagen externa tan diferente que este y otros grupos jasídicos mantienen. Son minorías ínfimas, aunque es probable que hace algunos siglos nuestros antepasados se hayan parecido más a ellos. Son grupos que se van excluyendo de los cambios que se van produciendo en la sociedad y que no pueden dejarse de lado. Para ellos rigen los progresos de la ciencia en cuanto a salud, tecnología y otros aspectos, pero la imagen del líder retrotrae a los clanes o a los contextos más primitivos, donde el ascendiente de un referente del grupo marca la conducta de todos y pone límites. La modernidad nos impone constantemente nuevas preguntas y hay que tener flexibilidad para responder a esa batería de cosas que nos van confrontando. Pero ellos se ajustan a un libreto, y lo que no cabe en él no existe. Frente a situaciones nuevas, no convencionales o que rozan el límite, pueden adoptar actitudes marginales como la del personaje que lleva un arma cuando sale a buscar a la fugitiva”.

Las pelucas

Salomón Nussbaum: “Tiene que ver con la idea de que el cabello femenino es una parte seductora y la mujer casada debe tener mucho recato. Pero la paradoja es que hay pelucas que muchas veces son más seductoras y elegantes que la propia cabellera de la mujer. En realidad, la peluca es una manera de cubrirse el cabello que es accesible a gente con más recursos económicos. Quienes no pueden adquirirlas se cubren con un pañuelo o un gorro”.

Daniel Levy: “Antes del matrimonio, la mujer judía ortodoxa no tiene la obligación de cubrirse el pelo, pero una vez que se casa sí, porque es una parte de ella que queda reservada para la intimidad de la pareja. En la mayoría de las comunidades que cumplen ese precepto no se rapan. Por ejemplo, mi señora usa peluca pero no se rapa. Dentro de la casa puede sacarse la peluca, pero tratando de mantener cubierto el pelo con un pañuelo o un gorro. Hay algunas comunidades que no usan peluca, sólo gorro. Otras solamente peluca”.

Punto de vista

Todo culto monoteísta es patriarcal, pero la violencia machista trasciende las religiones y culturas

Por Bárbara Tarcic - realizador audiovisual, docente de la escuela de Cine de la UNT

Creo que todas las religiones monoteístas, desde el origen, tienen una concepción patriarcal.

Un dios hombre; patriarcas, profetas, todos hombres. Ahora, que hay ortodoxias más machistas que otras, las hay. Hay religiones y culturas en las que las mujeres están sometidas a maltratos extremos: ablación de clítoris, lapidaciones, estar totalmente cubiertas con burkas, poligamias y sometimientos que para nuestra civilización son inconcebibles, y existen aún hoy, en 2020.

En el documental “One of us” y en la serie “Unorthodox” cuentan la realidad de personas judías que pertenecen a una rama ultraortodoxa llamada Satmar. No conozco personalmente a nadie de esa rama del judaísmo, más que por estas producciones cinematográficas. Las he visto en mi viaje a Nueva York, y las miraba con profunda extrañeza, pese a pertenecer a la misma cultura. Y he aquí la gran diferencia del judaísmo con otras religiones.

Se puede ser judío, judía y no ser religioso. Yo misma lo soy. El judaísmo trasciende la religión. Es una cultura que contiene una religión y, a su vez, contiene muchas maneras de vivirla y expresarla.

Sí conozco personalmente a hombres y mujeres religiosos de todas las otras ramas del judaísmo (las hay reformistas, conservadoras, religiosas, ortodoxas y ultraortodoxas). En las más conservadoras, las mujeres hacemos y vivimos como cualquier otra mujer con acceso a la educación. Las mujeres ortodoxas probablemente tienen más hijos e hijas, se dedican a trabajar para la comunidad y a educar a sus hijos, lo que para mí es absolutamente respetable más allá de no encontrar mi realización personal únicamente en esa tarea. Y si bien, en muchos casos han conocido a sus maridos por medio de un shidaj (unión mediada por una persona que “los presenta”), tienen la posibilidad de elegir, conocerse, salir, ir a tomar algo, a comer y decidir si esa persona les gusta o no. Repito, no conozco mujeres judías ultraortodoxas más que por las producciones audiovisuales antes mencionadas.

Desconozco si en Argentina hay feministas judías agrupadas como tales. Estuve en una iniciativa pero la mayoría de las mujeres eran de Buenos Aires, los encuentros se fueron espaciando y me salí del grupo. Supongo que siguen con su activismo, pero la base fundacional de ese movimiento fue más que nada la lucha por el aborto legal, seguro y gratuito.

Conozco un montón de judías que militamos en el feminismo, sí. Pero no nos presentamos así. Tal como se puede ver en el documental “One of Us,” una mujer judía ultraortodoxa puede vivir con un hombre violento, de la misma manera que una mujer conservadora, una mujer católica, una mujer musulmana o una mujer budista.

La violencia machista trasciende las religiones y culturas. El punto central, me parece es la independencia  -económica y social- que las mujeres tengamos. No importa a qué religión pertenezcamos.